Panel 9 : Un cinturon de piedra
Cuando se terminó su construcción, la muralla de la bastida tenía 9 puertas. Cinco de ellas se abrían a las orillas del Isle, otra, la puerta Bédignon, daba a las orillas del Dordoña y las tres últimas daban paso a los campos circundantes. Esta disposición demuestra la importancia que para la ciudad tenía la actividad portuaria. El trazado del recinto fortificado se corresponde con los muelles y las avenidas arboladas que rodean el centro de la ciudad.
Sin embargo, este complejo fortificado que discurría por estas arterias hasta el siglo XVIII no se reducía a una simple muralla y unas cuantas torres. En el exterior de la ciudad, dos fosos sucesivos rodeaban la muralla. Además, unos fortines denominados barbacanas protegían el acceso de las puertas principales que daban al campo. Estos lugares fueron transformados en paseos en el siglo XVIII a petición del marqués de Tourny, intendente del rey en la antigua provincia de Guyena.
Dentro de la ciudad, una calle circular bordeaba el recinto en toda su longitud. Es la rue des Murs. El término «mur» en occitano no significa una pared de mampostería, sino muralla. Esta calle podía servir para supervisar el estado de la muralla en el caso de ataque, para enviar tropas a una zona atacada y organizar una defensa interna si una brecha abierta daba paso al enemigo. La muralla, de más de un metro de espesor y con una altura de 10 a 12 metros, estaba coronada por un camino de ronda almenado y matacanes para atacar al enemigo. Las aspilleras para los arqueros, dispuestas en el espesor de la muralla completaban la defensa.
Asimismo, la geografía también contribuyó a la protección de la ciudad. Los ríos Isle y Dordoña en el puerto y, en el lado de la tierra, el arroyo de Lour y las marismas del Priourat, no muy lejos del puente sobre el Dordoña, la marisma de Riouvre, próxima a los cuarteles y la marisma de Fourrat, situados a su vez cerca del puente de Fronsac, constituían obstáculos importantes para cualquier ejército que deseara atacar la ciudad.
La Tour du Grand Port, el último vestigio de esta muralla
Si bien hoy en día la muralla está prácticamente destruida, han sobrevivido fragmentos del recinto amurallado entre las casas, algunos de los cuales aún son visibles desde la vía pública. Se trata, en particular, de los casos de la rue des Murs, rue Lamothe y rue des Doctors Moyzès. La Tour du Grand Port es el resto más importante de todos ellos.
A / Un elemento defensivo imponente
De hecho, se trata de una puerta protegida por un imponente dispositivo defensivo compuesto por dos torres de altura desigual. La más alta se llama la Tour Richard y la más pequeña es la Tour Barré.
En este conjunto encontramos una gran parte de los elementos de la arquitectura militar típica del siglo XV: aspilleras dispuestas en las torres para permitir disparos cruzados, almenas y matacanes en la parte superior de las paredes o buhederas en lo alto de la puerta, que permitían el lanzamiento de todo tipo de proyectiles al paso del enemigo. Y, finalmente, las ranuras para el rastrillo, la reja vertical que con su descenso protegía las hojas de madera de la puerta.
La Tour du Grand Port era así uno de los bastiones más importantes de la muralla de Libourne. El único equivalente que tenía era la puerta de Saint-Émilion, situada en el actual emplazamiento de la Place du Doyen Carbonnier.
B/ Un lugar de vida importante
Por su situación, la Tour du Grand Port vigilaba las principales actividades del puerto, que por entonces se concentraban esencialmente en los muelles del Isle. La puerta da acceso a la rue des chais, donde había numerosos almacenes de comerciantes, a la Grand Rue, una calle comercial que conducía a la Place du Marché y, más allá, a la puerta de Saint-Émilion, que daba paso a los campos del interior.
En la vida cotidiana eran principalmente las actividades comerciales las que animaban la Tour du Grand Port y su entorno. Una vez traspasada la puerta, uno se encontraba cerca de las tiendas, un ejemplo de las cuales aún subsiste a través de una casa del siglo XVI, situada en una plaza trasera justo en frente de la entrada, y del mercado de la Craberie, hoy en día desaparecido y que estaba dedicado principalmente a los carniceros y pescaderos.
Marineros y viajeros, comerciantes y estibadores frecuentaban sus alrededores, incluso por la noche. De hecho, esta puerta era la única que estaba dotada de una ventana, por la que se podía entrar en Libourne una vez caída la noche, no sin haberse presentado ante el cuerpo de guardia.
Considerada con razón como el principal acceso portuario de la bastida, esta puerta sería recibiría hasta el siglo XVI el nombre de Gran Portal del Mar. Durante mucho tiempo se ha considerado que las zonas fluviales en las que aún se percibe el juego de las mareas pertenecían a las aguas del mar.
C La travesía de los siglos
No fue hasta el siglo XVI cuando la Tour Richard fue coronada con el techo cónico de tejas de pizarra, que le confiere su silueta tan particular. Al mismo tiempo se instaló un reloj público en una de sus ventanas altas. Este reloj permanecería hasta la década de 1930, valiéndole a la Tour Richard el nombre popular de Torre del Reloj. El mecanismo, encerrado en un cofre de madera, fue colocado en el suelo del tercer nivel, con un vacío en los niveles inferiores para el paso de pesos.
Fue a partir del siglo XVII cuando el destino de la Torre cambió considerablemente.
En los últimos momentos de la Fronde, en 1653, Libourne sufrió su último asedio militar. Por entonces se hizo evidente que, tres siglos después de su construcción, las murallas de la bastida solo permitían una defensa relativa frente al progreso de la artillería. Sin embargo, con la subida al trono de Luis XIV y la Paz de los Pirineos en 1659 se alejaron definitivamente las zonas de conflicto del suroeste. Desde entonces, el interés de las fortificaciones de Libourne comenzó a desaparecer.
Así pues, el municipio obtuvo la autorización para proceder a realizar las primeras demoliciones. Así, la Grand Rue, que actualmente es la rue Victor Hugo, fue prolongada hasta el puerto del Isle. Estas obras destinadas a mejorar el acceso a la place du Marché hicieron una perforación en la muralla, haciendo que la Tour du Grand Port perdiera su función de entrada de la ciudad.
Poco a poco, los habitantes de Libourne empezaron a construir edificios adosados a la muralla perimetral o a utilizar algunos elementos de la misma con fines civiles. Fue en 1671 cuando el municipio concedió el derecho de ocupar la Torre a una familia de carpinteros, que establecieron en ella su taller. Con el paso del tiempo se permitieron las expansiones. La puerta desapareció oculta por las casas que pronto rodearon la base del edificio.
Esta situación evitó que la torre fuera demolida durante el período revolucionario. En 1794, el ayuntamiento decidió derribar la mayoría de las torres y puertas que quedaban de la muralla. Las autoridades las consideraban por entonces como símbolos pasados del antiguo poder feudal condenadas a la extinción. Frente a los picos de los demoledores, los ocupantes de la Torre y de las casas adosadas a ella interpusieron reclamaciones y demandas de indemnización. Estos argumentos bastaron para que el proyecto fuera abandonado.
Fue entre 1920 y 1980 cuando, a raíz de su clasificación como monumento histórico, la Tour du Grand Port recuperó su brillo medieval. Gracias a las compras sucesivas y a la demolición de las diversas propiedades que la rodeaban y después de sucesivas campañas de restauración, podemos hoy disfrutar del más importante de los últimos vestigios de la muralla de Libourne en su aspecto más original.